Raphael Arutyunyan

En la vida y creación del escultor Rafael Arutjunjan lo extraordinario, no tradicional siempre prevalecía lo ordinario y trivial. El representante del pueble bíblico, los armenios, el natural de Bakú, capital de otra república soleada, Azerbaiyán, se había formado como artista original lejos en el norte, en Estonia, donde en 1964 se graduó del Instituto Estatal de Arte de Estonia (Facultad de escultura).

Toda su vida consciente, empezando desde los años estudiantiles, Arutjunjan estaba luchando por el derecho de ser él mismo, personalidad en el arte, luchaba por el arte para el alma y no para el dinero. Su tesina, proyecto del monumento de cuatro figuras, dedicado a las víctimas del gueto judío en Odesa, provocó unas disputas acaloradas en la Comisión de exámenes, en cuya memoria se conservaban todavía ecos del escándalo alrededor del poema de Yevgueni Evtushenko “Babi Yar”.

Muchas ideas del escultor quedaron sin realización, por ejemplo, el monumento “Sombras de los caídos están clamando” (1976) o “Eso se repitió en Chile” (1977). En los años de estancamiento en los planes estatales de la propaganda monumental no hubo lugar para ellas a causa de contradicciones con los estándares oficiales del arte monumental del realismo socialista.

Parece que semejantes memoriales como “El mundo está loco, loco. Síndrome afgano” (1989), “El camino de la muerte Salejard-Igarka” (1990), “Se dedica a las víctimas del estalinismo” (1992) no pretenden a una escala correspondiente, material y ambiente concreto. Por su esencia idealista y romántica esas obras parecían a grandes monumentos utópicos del siglo XX, incluyendo “La torre-monumento al III Internacional” de V. Tatlin o “El árbol de la vida” de E. Neizvestny.

El mundo artístico complejo y multicolor de Arutjunjan, donde todo es móvil y versátil, está lleno de una fuerza interna. Este mundo es capaz de sufrir metamorfosis a través de los vínculos paradoxales, evitando formas estancadas y unívocas, limitaciones rígidas en el género y aspecto. El tema memorable y al mismo tiempo trágico podrá realizarse en obras relativamente pequeñas: “Tiempos difíciles. 1937” (1986), “Sol sobre gueto” (1969), “El árbol del dolor” (1975), “Figura en el espacio” (1976), “Aviso. Chernóbil” (1990), así como la obra decorativa “Madona negra” (1980).

En la expresividad multicolor del arte de Arutjunjan podrán modificarse hasta enlaces habituales de uno u otro color de la gama mayor o menor. El negro podrá, por ejemplo, determinar el sonido mayor, volitivo, vivificante en la composición “Hula hoop”, y el coloreado policromático-elegante “Cabeza del báltico” – afinar al espectador al tono alarmante, crear una atmósfera de zozobra y desasosiego.

Desearía destacar, en particular, el don de Arutjunjan para lograr resultados artísticos convincentes trabajando con distintos materiales: mármol, bronce, madera, granito, yeso y diversos sucedáneos artificiales. Asombra, en resumidas cuentas, no la maestría del artista para imitar a la perfección el material natural necesario, sino la capacidad de sacar de cualquier sucedáneo algo nuevo, la calidad estética ajena a las cualidades de la piedra natural, madera o metal, efectos visuales desconocidos en la naturaleza, borrando las fronteras entre materiales caros y auxiliares en el mundo de los valores artísticos, creados por las manos del escultor. Es asombrosa, sin exageración alguna, la capacidad del maestro a evaluar de nuevo las normas establecidas y elementos de la poética escultórica, obligarlos a sonar de manera nueva, salir de las tierras artísticas generalmente conocidas, a pesar de que hayan sido descubiertas propiamente, a otras riberas misteriosas, volver a comenzar todo desde inicio.

Escogeríamos como el símbolo del ánimo innovador inquieto de su arte la composición de tres figuras “Afinación espiritual”. Ese tríptico escultórico a primera vista decorativo, extravagantemente refinado, de manera inesperada combina en sí una fantasía exuberante del pensamiento plástico y tratamiento magistral de ciertos detalles, riqueza de imágenes grotesca de juglar y saturación temática seria, el juego bailable impetuoso de las formas y la moderación precisa de las melodías rítmicas principales.

Podrán también servir de símbolo de la composición emocional e intelectual de la creación del artista y otros trabajos suyos, muchos de los cuales son en su esencia autobiográficos. “Yo en ellos, ellos en mí”, ese reconocimiento del autor se extiende a la figura de bronce “Danko” y a la escultura de retrato “Minas Avetisyan”, composición condicional “Armenoide” y el retrato coloreado de Komitas. Y así hasta “El canto rodado decorativo” y “El ñu viejo” de su manera autobiográfico también, a pesar de pertenecer al género animalista, que, como parece, no es propio para retratos.

Por eso el artista se aburre creando obras destinadas simplemente para decorar y no inquietar la vida bastante arreglada del filisteo, fortificando su sentido de estabilidad y bienestar. Aunque para Arutjunjan nunca era difícil crear una obra estéticamente perfecta, que satisfaga los requerimientos hedonistas del sabor altamente profesional que alegre la vista con el juego original de las formas, el tratamiento virtuoso del material y otras exploraciones espectaculares y efectos visuales.

Para el maestro como hombre que hace poco estaba en una oposición irreconciliable respecto a la cultura oficial, hoy día le es difícil también orientarse en las condiciones de la coyuntura comercial de mercado que había sustituido la coyuntura ideológica. Sin embargo, a Arutjunjan siempre le atraen imágenes dirigidas a “la ciudad y el mundo”, imágenes publicísticas, en el buen sentido de la palabra, que influyen activamente sobre auditorio extremadamente amplio de los espectadores.

Aleksandr Sidorov
crítico de arte, asesor del presidente de la Academia de Bellas Artes de Rusia
1991